Las Jácaras iniciamos actividades como colectiva en junio de 2007. El motivo por el cual consideramos conformar una colectiva fue la evidente necesidad de hacer pública y política la inequidad de género, aun en el siglo XXI y a pesar de los años de lucha feminista y de los logros hasta el momento alcanzados. Si bien desde principios del Siglo XX (con la lucha por el sufragio femenino) hasta la actualidad se han logrado diferentes herramientas legales, llamadas de discrimación positiva, que intentan garantizar la igualdad de condiciones en el acceso al pleno ejercicio de la ciudadanía; consideramos que aun falta mucho camino por recorrer para poder romper con la idea de que los roles sociales adjudicados a hombres y mujeres no son naturales, que la diversidad es propia de los/as humanos/as, que el Estado debe garantizar el derecho a la diversidad, a la libre elección individual y/o grupal, y que la sociedad en su conjunto debe respetarla.
En relación a esto es que elegimos el nombre de la colectiva. La palabra jácara es definida por
Ahora bien, por qué colectiva y por qué feminista…
Somos concientes que nombrarnos feministas conlleva cierta estigmatización; cierta idea de que solo nos pueden interesar las mujeres y cerramos nuestra visión a los “problemas de las mujeres”o “de la mujer”. Decidimos llamarnos feministas por dos razones: por un lado para iniciar el debate y mostrar la diversidad (sabiendo de esta estigmatización) y, por otro, para reivindicar al primer movimiento social que lucho por la equidad de género.
Es así, como feministas luchamos por la equidad de género. Sabemos que no somos iguales y no queremos serlo. No creemos que nacer con órganos sexuales de macho o de hembra sea razón suficiente para adjudicarnos un rol social para toda la vida. Creemos que cuanto más se entienda y difunda que el ser mujer o ser hombre es una construcción social que varía a través del tiempo y el espacio, podremos alcanzar mayores grados de libertad dentro de los Estados en los que vivamos. Queremos tener igualdad de condiciones como personas, sin importar el género al que adscribamos, la religión u orientación política.
En la misma línea de reflexión somos una colectiva. No somos un colectivo ni una asociación. Somos una colectiva porque trabajamos en conjunto por uno o varios objetivos comunes, trabajamos en equipo, siendo particulares y diversas. Podría decirse: sin perder la individualidad. Cada integrante de la colectiva es una persona particular, única; que puede aportar ideas particulares, únicas, al debate y a la construcción. Las actividades que desarrollamos y la información que difundimos son resultado del debate y la reflexión constante en búsqueda de puntos en común. Todas las integrantes tienen vos y no existe el voto, las conclusiones son por consenso porque todas las voces tienen igual importancia y en tal sentido no existen las minorías.
Y es colectiva, con “a” al final, porque la militancia es constante y se inicia cuando nos nombramos a nosotras mismas. La colectiva, y la dificultad para nombrarla de esa forma, deja en evidencia que el uso del lenguaje también establece roles y determina. El lenguaje es una de las formas más usadas entre las personas para describir el mundo en el que se vive. Mediante el lenguaje se construyen realidades. Cuando cambiamos la forma en que nos nombramos y nombramos lo que nos rodea, estamos trasmitiendo la necesidad de reflexionar sobre el mundo que concebimos y hacer conciente que hay otras formas posibles de concebirlo.
Es necesario nombrarnos colectiva feminista, para que nos pregunten por qué nos llamamos feministas, por qué colectiva (y no colectivo); para debatir si es necesario o no seguir llamándose así, para pensar si existe equidad de género e igualdad de oportunidades para todas las personas en la sociedad en la que vivimos; para hacer del derecho a la diversidad una cuestión política.
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