martes, 19 de febrero de 2008

el destape de la violencia


Hace 20 años que la violencia de género cobró visibilidad pública. El 15 de febrero de 1988 un hombre público (Carlos Monzón) asesinaba a su ex esposa (Alicia Muñiz), y ese trágico suceso, además de ser un caso particular visible, fue el que desnudó la existencia de una violencia específica, dirigida hacia las mujeres. Hasta ese momento no existía un marco legal mediante el cual la víctima estuviese protegida y pudiese reclamar sus derechos. Pero a partir de allí, se ejecutaron algunas políticas vinculadas a la violencia sufrida por las mujeres, a nivel provincial comenzaron a gestarse las primeras comisarías de la mujer y se creó el programa de prevención de la violencia hacia la mujer con el objeto de capacitar a todas aquellas personas que intervenían en situaciones de violencia. A nivel local, se inauguró la casa de la mujer, que básicamente consistió en un espacio físico que sirvió de albergue y referente para la mujer golpeada, además brindó ayuda psicológica. Pero como todo principio tiene su fin, esta casa tuvo corta vida, con el cambio de intendencia se dejó a un lado esta propuesta y fue descartada de la agenda política.

Con el transcurrir de los años se han desarrollado (y se desarrollan) -aunque escasas- políticas de género vinculadas a la violencia, pero aun así cuesta romper con ciertos estereotipos que no hacen más que justificar y naturalizar la violencia hacia la mujer. Hoy día en nuestra sociedad resuenan frases como: “la mujer que se queda con el tipo que le pega es una tonta”, “es una masoquista, le gusta que le peguen”, etc, etc. Estas acusaciones y juzgamientos no ayudan a parar la violencia porque no invitan a reflexionar e intervenir, solo ayudan a culpabilizar y estigmatizar a una persona por la violencia que sufre. Además, pareciera que solo importa el “por qué se queda una mujer golpeada junto al hombre golpeador”, con respuestas poco alentadoras como se explicitó arriba, y no se cuestiona el hecho concreto de la violencia de género. A las mujeres no les gusta ser maltratadas, el maltrato es un abuso de poder.

Hoy en día contamos a nivel provincial con una ley de violencia familiar, que define a esta problemática como “toda acción, omisión, abuso que afecte la integridad física, psíquica, moral, sexual y/o libertad de una persona en el ámbito del grupo familiar, aunque no configure delito”. Es una definición amplia, porque reconoce varios tipos de violencia: la física, la emocional, la económica, la sexual y la social, lo que le provee a las personas un marco amplio de defensa. Además, reconoce la posibilidad de que la ex pareja, un novio o un concubino sean agresores, pero opera sobre la familia, no habla específicamente de violencia de género, siendo que el maltrato a las mujeres asciende al 75 %.

No obstante, la Comisión de Familia, Mujer, Niñez y Adolescencia de la Cámara de Diputados de la Nación está impulsando un proyecto de ley de violencia de género, cuya autora es la diputada Marcela Rodríguez, para quien “el problema es que sigue habiendo un rechazo muy grande a todo lo que significa marcar la violencia de género como tal, y casualmente una de las maneras en las que se ha perpetuado la violencia de género es a través de la invisibilización de las mujeres”.

Una de las diferencias del proyecto de ley de violencia de género con las leyes de violencia familiar vigentes en el país, es la condición de autodeterminación de la mujer, contraria a la idea sostenida de “preservar el vínculo familiar” ante todo. Este proyecto ya cuenta con el dictamen favorable de la Comisión de Familia pero deberá ser analizado por dos comisiones legislativas más antes de pasar a ser tratado en el recinto parlamentario.

20 años no es nada…

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