La relación hombremujer, la primera escena familiar donde emerge el sujeto, es una escena fundadora de lo que llamo la prehistoria patriarcal de la humanidad. Pienso que todavía estamos en la prehistoria, con una concepción cruenta del sexo, hasta poder superar el patriarcado. Con la modernidad, el espacio doméstico se privatizó, fue pulverizado.No existe posición peor para la mujer que la familia nuclear.
Rita Segato (Antropóloga)
Clara Sepúlveda, trabajadora de la educación, dicta clases en Cutral-Có. El pasado 12 de junio presentó su renuncia al cargo de Secretaria Gremial de la conducción de ATEN Seccional Cutral Có. Lo ocupó desde el mes de diciembre de 2008, integrando la lista de la agrupación Azul que se impuso en las últimas elecciones.
Con su renuncia instala un límite. Un límite ético y político para con las prácticas de impunidad que se ciernen sobre la falaz dicotomía entre la vida pública y privada de los dirigentes, bajo el argumento hecho sentido común en partidos políticos y sindicatos de que sobre esas cosas no corresponde opinar, son problemas de pareja, es algo que ocurrió hace años, es un luchador que está formado en este sistema y tiene debilidades, para nosotros es un gran compañero, estas cosas nos debilitan ante el enemigo principal, etc, etc, etc.
Tal nos relata la compañera, en marzo de este año, ella toma conocimiento que el actual Secretario General de la Seccional, ejerció violencia contra su ex pareja (una compañera docente) en el año 2006. Esto le significó –oportunamente- una denuncia en el marco de la Ley 2212 de prevención de violencia familiar (violencia a la que preferimos denominar violencia sexista o machista).
Al enterarse de esta situación, Clara Sepúlveda busca la manera de abrir un debate bajo la convicción de que actos de este tipo deben ser condenados desde las agrupaciones sindicales sean del color que sean. Coincidimos con Clara cuando sostiene que como forma de condena social[1] se les debería impedir que tengan cargos de representación en un sindicato. En ningún sindicato, pero mucho menos en uno integrado mayoritariamente por mujeres. Mucho menos ejercerlo en un sindicato de trabajadoras/es de la educación, en el que sería auspicioso que las prácticas pedagógicas y los mensajes sociales que el mismo emite estén cargados de núcleos de buen sentido, para que todo lo que le exijamos a los gobiernos de turno sea creíble desde nuestro propio hacer y andar.
Lamentablemente Clara Sepúlveda tuvo que renunciar al cargo de conducción. Como suele ocurrir ante estos procesos, se la acusa a ella de traer un conflicto que se supone ajeno al sindicato.
Lamentablemente decimos porque eso significa que aún tenemos un largo camino por andar para que al interior del sindicato, al que muchas/os apostamos como un espacio de construcción colectiva de resistencias de todo tipo (no sólo a las opresiones de clase, también a las racistas, a las sexistas, a las heterosexistas y a todas las que signifiquen discriminaciones y desigualdades) se encarne la idea de que:
* Los derechos de las mujeres son derechos humanos.
* Los derechos humanos pueden ser y son violentados por el Estado pero también pueden ser y son violentados al interior de las relaciones personales y ejercidos muchas veces por los llamados “compañeros”.
* La impunidad del Estado debe ser enfrentada pero también la impunidad existente en el día a día de nuestras vidas y relaciones de pareja.
* La proclamación de la defensa de los derechos humanos debería sostenerse con el accionar cotidiano, prefigurando otras prácticas y otras relaciones al interior del sindicato en las que también se promueva la participación de las mujeres (aspecto éste en el que se desarrolla una especie de miopía consciente al decir que no están porque no quieren)[2].
* Negarse a abrir estos debates o denostarlos bajo la idea de que hay mujeres exageradas, golpistas, rupturistas, significa ponerse del lugar de los victimarios y de quienes vienen ganando las batallas contra los cuerpos y las subjetividades de las mujeres.
* El patriarcado tiene sus cuarteles de invierno en el espacio sexista y masculinizado del sindicato, que termina premiando con cargos de representación sindical a quienes debería negárselos para escarmiento social. Porque no todo vale para los dirigentes sindicales. O no todo debiera valer.
* Es hora de dejar de ser expulsivos/as con las compañeras trabajadoras de la educación. Dejar de expulsar a aquellas que -asumiendo su rol de mujeres políticas- entran a esos espacios con intención de poner todo bajo la lupa, incorporando también las perspectivas de género y no sólo bajo las premisas de clase.
* Los espacios de capacitación en temáticas sobre Violencias Sexistas (como los que gestó la lista Azul de ATEN en Cutral Có años anteriores) se vuelven acciones apenas “políticamente correctas” si no están al servicio de revisitar las prácticas al interior del sindicato. Son acciones que de alguna manera producen y reproducen las hipocresías de la división público-privado.
Por último, vale que insistamos con la aún necesaria batalla de hacer carne en nuestras vidas que lo personal es político. Y por hacer de esa consigna tan revulsiva de las feministas del ´70 un modo de entender aspectos de la realidad, que sigan abriendo debates al interior del sindicato. Debates complejos y muchas veces dolorosos; de esos que muchos/as se niegan a abrir pero que colaboran en que Clara Sepúlveda registre como intolerable su permanencia en un lugar que avala prácticas sexistas violatorias de derechos.
Como feministas, trabajadoras de la educación y activistas sindicales, no queremos más Claras que deban renunciar a los cargos sindicales en ATEN. Y aquí marcamos una paradoja. Tal es la existencia de cada vez más mujeres dispuestas a instalar límites, a no aceptar los toques de queda del sistema; pero también la imposibilidad de muchos/as de hacerse cargo de las prácticas hetero-patriarcales que inundan por doquier y, entonces, el apartamiento forzoso de quienes están decididas a cambiar cierto estado de cosas de este irrespirable sistema que junto con ser capitalista alienta la constante reproducción del eterno masculino, tan lúcidamente descripto por el sociólogo Pierre Bourdieu en su libro La dominación masculina (2000).
Aspiramos a que la sangría interna -que suele plantearse en ATEN ante determinados conflictos- no se propague esta vez y a que este escrito contribuya en alguna medida a pensar estrategias que abran las discusiones acerca de los perfiles de los/as candidatos a postularse en listas de nuestro sindicato.
Aquí estamos, dispuestas a seguir quebrantando el imaginario hetero-patriarcal en el que estamos enredados/as. Aquí estamos, dispuestas a quebrantar las lógicas de todas las instituciones que contribuyen a instalar la subordinación de las mujeres y otros grupos minorizados. Cuando decimos todas, decimos también ATEN (por si hace falta aclararlo). Aquí estamos, junto a Clara.
Colectiva Feminista “La Revuelta”
Neuquén, 26 de julio de 2009
[1] Porque ya lo sabemos la justicia de este sistema generalmente no llega o llega tarde. Ejemplos abundan.
[2] Y vaya como ejemplo la siguiente situación: en la gestión anterior 2006-2008, el actual Secretario General ejercía un cargo en la conducción de ATEN Cutral Có. También lo hacía su ex pareja. Luego de las situaciones vividas es a ella a la que se la invita a no estar en la lista, mientras que él es postulado como Secretario General. ¿Alguien puede argumentar que esto es fomentar la participación de las mujeres en el sindicato? ¿Cuántas otras situaciones de este tipo se han vivido y se siguen viviendo en otras seccionales y directivas –sean del color que sean sus conducciones?
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